En estos tiempos de mails y feisbooks y wassáps (lo escribo según los modernos de prestigio aunque pienso para mis adentros que en mí queda patético, como si quisiera vestirme toda con la ropa de mi hija quinceañera- un escalofrío recorre mi espina dorsal-) abrir el buzón con su llavecita y encontrarse una carta resulta emocionante. Inciso obvio; y que no sea del banco . Cojo el sobre, blanco, de calité, ¿de quién será? Esta letra tan ordenada, boli azul, falta el acento…¿ será a propósito Belle, o sea bella en francés en lugar de Bellé? ya me estoy imaginando un admirador tirándome los tejos muy tontuscamente naifmente…
Abro y un grito mudo, si eso es posible, gritar mudamente. Como si no atreviera a salir de mi garganta. Se me hiela la sangre en las venas, me quedo sin respiración. Es de House, mi dentista. Horror. El malvado malévolo, antipático, excelente dentista, grosero House. Pero ¡qué malas artes! Cómo osa, cómo se atreve. Prácticamente estaba pensando en un poema de amor flotando entre nubes de algodón y me viene con estas. Bueno es que no le haya contestado sus últimas llamadas, 4 ó 5 , ya no me acuerdo (Ups!), que se me haya pasado la última revisión. Pero esto, ¡esto! Os transcribo una pequeña muestra, para que le tengáis tanto miedo como yo:
‘Nos ponemos en contacto con usted para recordarle que su última visita fue hace mil años’ (aquí pone la fecha exacta, maldita sea); ‘debido al tipo de rehabilitación oral que a usted’ (a la cara no me llama de usted, intenta intimidarme o qué) ‘se le realizó’ (cómo se le realizó, ¿no fue él y nadie más que él, el sádico? que lo diga si tiene guts,) ‘que consta de’ : y aquí viene un rollo larguísimo que viene a justificar la desorbitadísima factura que me dejó pelada pa los restos tuve que pagarle causante de que no quiera volver a verlo en cinco lustros por lo menos. Bueno, pues que debo someterme a controles cada seis meses, dice, y añade: ‘es necesario que tome usted conciencia de ello, ya que en estas revisiones podemos controlar su salud buco-dental general realizando una higiene minuciosa ‘,¿me está llamando guarra?, ¿a mí?¡a mí!, ahora viene lo bueno: ‘accediendo a los lugares donde usted en casa en casa con el cepillo no llega’ Ay majo, si te dijera dónde no llego en mi casa, además, ¿quiero que usted acceda a lugares donde yo no accedo? no estoy segura. Bueno, así dice ‘eliminaran placa bacteriana, responsable de la tan temida enfermedad bla, bla, bla, ‘ temores tengo otros prioritarios, ¿por qué me habla de temores, los argentinos aun dentistas y no psicólogos, ¿tienen que tocar la moral de sus pacientes?
Y ahora viene lo que viene siendo-Alguien me lo dijo- una amenaza con todas las letras, a ver a vosotros, ¿que os parece’ Si usted hace caso omiso de todo ello, no nos podremos responsabilizar en un futuro, de posibles problemas derivados de esta negligencia’ Otro escalofrío recorre mi cuerpo entero.
Punto número uno. Ah! pero, ¿es que pensaban responsabilizarse de mis posibles problemas? espera que me río.
Número dos ¿tan mal está el mundo del dentisteo también ? ¿pretende con esta amenaza que me entren ganas de ir?
La carta , de no-amor, de odio más bien, termina con un parrafito recordándome lo importante que es lo que me han explicado y que por ello, porque entienden que lo entiendo, esperan verme prontísmo por la consulta. Me saludan atentamente, sin más, etc.
Lo cierto es que la carta ha surtido efecto y entiendo que tengo que ir, urgentísimamente, al dentista. Pero a este ni loca.
Por favor, no me escribáis cartas que den miedo, ya soy feliz con vuestros comments.